viernes, 21 de junio de 2013

Me odio.


Odio esa estúpida sonrisa que se te queda cada ves que mira sus fotos, o también odio cuanto te pones romántica en el peor momento de todos, odio que delires diciendo tonterías como: ''Me gustaría estar contigo en la cama besándonos''. Odio que pienses en él las 24 horas al día, odio que quisieras saber todo sobre él, odio que ni siquiera des el paso, odio que quieras olvidar todo con una borrachera en brazos de otro porque sabes lo que haces, sabes que es solo una noche y es lo único que interesa.
Odio que escuches música que no te gusta solo porque crees que habla de tu historia con él, despierta, ni siquiera tienes una historia.
Odio que crees que es el hombre más maravilloso del mundo, cuando en realidad no lo es.
Odio que siempre visites su Facebook y su Ask, a todas horas, sabiendo que siempre hay lo mismo, lo mismo que hace dos minutos, y te escandalices cuando tiene algo nuevo y te montes tus película de puede ser quizás...
No, no, olvídate de eso, él siempre te ignora o siempre te deja escribiendo sola, ni si quiera ha visto tus fotos, no pone nada refiriéndose a ti, no gira entorno a ti, a más 234 tías-microondas que se le ponen por delante todas las noches.
Odio que sepas como le gustan las chicas y digas que son todo lo contrario a ti, odio que hables de él a todas horas, estoy harta no dejas a los demás, hablando de lo mismo, del mismo.
Odio que estés hasta altas horas de la noche mirando su foto y esperando que te escriba, eres inexistente.
Odio que creas que tendrás algo con él, cuando sabes que no es así, cuando sabes que sería solo un polvo, y nada más, cuando sabes que te dan pánico las relaciones, y eres la primera que no las aprueba.
Así que empieza a cambiar, empieza a no hablar de él, a no verle, a no intentar buscarlo por todas partes, a no escribirle, a no decir su nombre, a no meterte en su Facebook y a su Ask, y se tu, la de siempre, la que pasa de todo, la de no rayarse la cabeza por nada ni por nadie, la de salir al parque y jugar con las palomas hasta cansarse, porqué entonces no me quedará otro remedio que odiarlo a él.


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